Fábrica de mosaicos Nolla

Patrimonio transformado. Jaime Alcayde, arquitecto|

La pieza es muy pequeña, apenas de 4 por 4 centímetros, está fabricada con gres porcelánico en masa monocolor y tiene una gran resistencia. Si se combinan varias piezas, de varios colores, pueden formar impresionantes mosaicos de formas geométricas o incluso figuras, que se utilizan para cubrir suelos o paredes en interiores de viviendas.

El producto no lo inventó Miquel Nolla. Este empresario de origen catalán introdujo por primera vez en España la fabricación de piezas de gres, con una técnica desarrollada en Inglaterra a mediados del s. XIX. Pero sí fue el responsable y fundador de la mayor fábrica del producto cerámico de gran resistencia de nuestro país, con la introducción de importantes avances técnicos (e incluso laborales) que crearon la marca Nolla. La fábrica se construyó en Meliana en 1864, y desde entonces millones de piezas de colores fueron exportadas por todo el mundo. Durante las primeras décadas del siglo XX el producto se convirtió en la imagen de los pavimentos de las casas burguesas modernistas, especialmente de Valencia y Barcelona. Arquitectos como Antoni Gaudí o Francisco Mora se disputaban entre este material y su gran competidor, la baldosa hidráulica, también muy extendida por empresas históricas como Escofet.

El edificio industrial todavía sigue en pie en Meliana, pero muy transformado. Miquel Nolla construyó una extensa fábrica de ladrillo rojo con torreones al estilo inglés, y junto a ella su propia vivienda de verano, el Palauet Nolla. El cambio de propiedad del edificio, primero a la empresa suiza Gardy y más tarde a la francesa Schneider Electric, propició su desmantelamiento parcial y el abandono del Palauet, donde había vivido Yvonne Volozan hasta 1968, hija del director de la primera compañía compradora.

Si pasamos por allí ahora, podemos ver una gran empresa de productos eléctricos emplazada tras una fachada histórica de ladrillo rojo, y un palacete abandonado; del cual se advierte la enorme belleza que pudo tener y un desastroso estado de conservación. Producto del deterioro estructural y del expolio de las piezas de mosaico que cubrían las fachadas y su interior, el Palauet sigue en pie. Y parece que le llegan nuevos tiempos.

Desde 2012 se está desarrollando una puesta en valor del edificio, con su adquisición por parte del Ayuntamiento de Meliana y como objeto de varios estudios (Arae, premio Europa Nostra 2012), exposiciones (Museo Nacional de Cerámica González-Martí, 2015) y congresos nacionales (2015, 2017). Lo siguiente tenía que ser el proyecto de rehabilitación, sin lugar a dudas, cuya primera fase llega ahora impulsado por los fondos Feder de la Unión Europea, que subvencionarán el 40% del coste. Esperamos a corto plazo poder hacer eso que se nos viene a la cabeza cuando pasamos por Meliana y vemos el Palauet abandonado, vivir la experiencia entrar en él.

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