La violencia sexual y el deporte

Isabel García. Ex diputada de deportes e igualdad- Fundadora de Elig Consultoría

Según la OMS “La violencia sexual es todo acto, tentativa de consumar un acto sexual o los comentarios e insinuaciones no deseados, ejercidos mediante coacción por otra persona, independientemente de la relación de ésta con la víctima, en cualquier ámbito, incluidos el hogar y el lugar de trabajo.”

El año pasado en España se registraron 547 casos de violencia sexual, un incremento del 34% respecto al año 2020.

Mas de 2,8 millones de niñas y mujeres han sufrido en algún momento de su vida violencia sexual.

Y uno de cada cinco niños y niñas han sido víctimas de delitos tipificados como violencia sexual en el ámbito del deporte.

Es notorio que los abusos y los actos tipificados como violencia sexual van en aumento. También que estos se denuncian con mayor frecuencia que en tiempos pasados, derivado, quizás, de una mayor permisividad en la sociedad, pero también en gran parte por el desconocimiento y la vergüenza de la persona agredida que ahora encuentra un entorno más favorable que propicia que la víctima se sienta acompañada en todo el proceso y no juzgada ni revictimizada.

Hoy la valentía de mujeres que han destapado casos a través de la campaña “me too”, a pesar del transcurso del tiempo, o de hombres que se han atrevido a contar, especialmente en el ámbito del deporte, las agresiones sufridas cuando eran menores, ponen en la agenda social y política la necesidad de combatir una forma de violencia machista recogida en los convenios internacionales como una vulneración de los derechos humanos.

Estos días asistimos a juicios como el de Santi Mina, un futbolista condenado por abuso sexual. No es el único deportista que en los últimos años hemos conocido y que ha sido condenado por tales hechos, pero en esta ocasión concurre una situación diferente. Quizás el hartazgo de una sociedad que entiende cada vez menos que iconos deportivos, referentes para muchos niños, niñas y jóvenes, tengan actitudes tan ofensivas y cerriles.

Un entrenador que incita a sus jugadores a hacer una violación grupal para animar al equipo, los cánticos de aficionados contra la ex novia que denunció a un jugador por agresión, la campeona Olímpica Simone Biles que dejó el deporte después de denunciar las violaciones a las que la sometía el médico del equipo o los abusos que se producen en el deporte base: tocamientos, ritos de iniciación sexual, miradas o comentarios sexuales…

Quizás ha llegado la hora de que el mundo del deporte de un paso al frente. No es suficiente con los protocolos del CSD o las Federaciones. Los clubes deben trabajar y educar a los menores, sus progenitores, el staff administrativo, técnico y médico para que aprendan a detectar los casos de abusos y violencia sexual, para corregir aquellos comportamientos que se dan por buenos en la práctica del deporte y no siempre son consentidos (la palmada en el culo del entrenador, los masajes no solicitados, los chistes machistas con contenido sexual).

Algunos ya lo han hecho. Son los pioneros. Estoy convencida de que esta lacra la paramos entre todos y todas.