Salvar el planeta con un pequeño gesto

José Arias, concejal de Sostenibilidad del Ayuntamiento de Albal

Cardiopatía isquémica, accidentes cerebrovasculares, enfermedad pulmonar obstructiva, cáncer de tráquea, bronquios y pulmón, diabetes, obesidad…

La anterior relación dibuja el mapa de algunas de las principales causas de mortalidad a nivel mundial según un estudio publicado el 9 de diciembre del 2020 por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Si a los extraído de este estudio sumamos una pandemia global, un posible desabastecimiento y anuncios gubernamentales de apagón energético o consejos de hacer acopio ‘por lo que pueda venir’, parece que nos encontramos justo delante de la tormenta perfecta.

Pero no, no nos dejemos engañar. La solución no pasa por comprar antes los juguetes, la comida de las fiestas navideñas o por acabar con hasta el último camping gas de la ferretería de nuestro barrio (si al menos lo comparáramos en proximidad y no en grandes plataformas). Tampoco poner aguacate en todas nuestras comidas va a salvar el planeta, sobre todo porque el consumo masivo de este, ha convertido su producción en un cultivo global asociado a graves consecuencias de deforestación, escasez de agua y pérdida de biodiversidad.

La posible solución es, a priori, más sencilla de lo que parece (y no está a miles de kilómetros de nuestra casa); la solución empieza en nuestro cubo de recursos.

En los últimos años, fruto del trabajo junto con activistas agroecologistas de diversa índole, he aprendido a sustituir la palabra basura por la palabra recurso. La explicación es sencilla: de lo que desechamos en nuestros cubos menos del 20% es, por definición, ‘basura’. El resto puede transformarse y, por ello, es mejor nombrarlo recurso.

Imagina por un momento que empezamos a utilizar de forma sostenible estos recursos; que los restos de materia orgánica que desechamos en cada cocina se transforman en compost a pocos kilómetros. Imagina que ese compost sirve para huertos que, además de fijar CO₂ en el suelo y evitar que acabe en nuestra atmósfera, producen alimentos de temporada. Cultivos que no necesitan ni tratamientos químicos ni largas y contaminantes distancias para llegar a nuestras cocinas y, desde allí, volver a empezar con el ciclo sostenible de la materia orgánica.

Modelos de gestión diferentes de estos recursos son posibles, En Albal lo estamos demostrando desde hace poco mas de un año, gracias a la colaboración entre Ayuntamiento, ciudadania y tejido asociativo local, un porcentaje significativo de la población, unas 150 familias a fecha de hoy, participan de forma activa en el proyecto Albal circular , que consiste precisamente en hacer realidad esto que parece tan lejano, los recursos orgánicos que se generan en sus cocinas, (aproximadamente una tonelada mensual) se transportan a un centro de compostaje municipal, donde son transformados en compost, que una vez transcurrido su periodo de maduración, se utiliza en espacios verdes municipales y en tierras de pequeños agricultores locales.

Evidentemente el proyecto no acaba aquí, el siguiente paso será introducir la producción de estos pequeños agricultores en los canales de proximidad , para ofrecer a los vecinos y vecinas frutas y verduras ecológicas, de temporada, que mejoren su salud y su calidad de vida y que ayuden a continuar con la circularidad del modelo de gestión de residuos orgánicos, aportando así nuestro granito de arena para la salvación del planeta.