La fuerza de la sociedad civil

Marisa García Merita – Presidenta del CVPM

Actualmente nuestro mundo se nos está presentando como un mundo hostil, lleno de guerras, violencia, desgracias naturales.  Un mundo cargado de soledad y de desesperanza. Todo está revuelto y la confianza en nuestros representantes políticos se ha pérdido

Esta situación, especialmente a los mayores, nos crea una situación de desesperanza, pensamos que ya no podemos hacer nada. Esto es terrible ya que la desesperanza es un desencadenante de la depresión y del suicidio. Solo sabemos murmurar bajito: el mundo está en Crisis.

Recuerden que Crisis significa cambio y el cambio puede ser también positivo, pero no vislumbramos eso, percibimos que la autodestrucción esta poco a poco fraguándose. Y ante ello estamos paralizados, desconcertados. Sentimos que lo que ocurre trasciende al individuo, pensamos que la sociedad está enferma. Es cierto, la Sociedad puede actuar en el individuo con una fuerza que lo altera, pero no independientemente de los individuos. Pero no pensemos que la Sociedad actúa en los seres humanos, pero sin los seres humanos. No es así, la fuerza del fenómeno colectivo proviene de la integración de las fuerzas de los individuos que componen la sociedad. Por lo tanto, no podemos librarnos de nuestra responsabilidad individual.

De la misma manera que el viento al soplar en una chopada produce un enorme estruendo que es la resultante de cada uno de los ligeros sonidos de las hojas de cada uno de los árboles, ocurre en el ser humano. Si ciertos rasgos negativos se sintonizan nos parecerá que la Sociedad donde vivimos es desagradable, insufrible, violenta…

Hasta ahora pensaba que estábamos en una sociedad egoísta, sin valores, donde las personas mayores no podíamos integrarnos, estábamos cosificados y teníamos que desenvolvernos en la más terrible soledad, la soledad de tener la sensación de que “sobras” de que la sociedad ya no cuenta contigo, y eso justo en el momento en que eres más vulnerable.

Pero ¿por qué he dicho que hasta ahora pensaba? Porque también puede ocurrir lo contrario: que los rasgos en los que se sintoniza sean de cooperación, de altruismo y de compasión. En ese caso hablaremos de una sociedad sana, hermanada y justa. En este caso parecerá que la sociedad es protectora, bondadosa y de valores éticos.

La visión de los voluntarios de la DANA, que quedará para siempre grabada en nuestras retinas, me hace preguntarme ¿Conseguiremos que sintonicen cada vez más individuos en valores de una ética más elevada y que se produzca la resonancia suficiente que transforme nuestra sociedad en una sociedad más evolucionada, más madura y más humana?

¿Conseguiremos abandonar las actitudes resignadas e inseguras que parecen predominar ahora? ¿Nos daremos cuenta de que cada uno de nosotros colabora, aunque no se dé cuenta, en el fenómeno social? Como dice un proverbio oriental la gota de agua de la cascada cree imposible ser ella partícipe de tan estruendoso fragor de agua.

Nuestros jóvenes, a pesar de las dificultades que sufren, han empezado el camino. Han empezado a recuperar valores que sirven para formar esa moral cívica que se fundamenta en la dignidad humana, los principios de la Justicia, el altruismo y el compromiso de dialogo.

Recordemos que cada uno de nosotros somos esa gota de agua que parece insignificante en la cascada, y que todos y todas juntos nos convertiremos en una fuerza imparable. Pero, por favor, no defraudemos a nuestros jóvenes, dejemos de dividirnos, hagamos nuestra esa parte del himno de nuestra Comunidad que dice: “Tots a una veu germans vingau”

Los mayores no debemos resignarnos, ni tirar la toalla, cada uno debe comprometerse a seguir trabajando para conseguir esa hermandad intergeneracional, que vimos que empezaba a brotar del fango de la DANA. En esta lucha no sobramos los mayores, nadie sobra. Confío en que el estruendo que organice nuestra cascada sea inmenso.