De las Políticas de Prevención
Marisa García Merita – Presidenta del CVPM
Estoy convencida de que todos los expertos y profesionales de los diferentes sectores de la vida pública, estarían totalmente de acuerdo conmigo en que las políticas más eficaces son aquellas que trabajan en la prevención del problema.
Esto es válido para sanidad, algunos ejemplos son las vacunaciones, campañas de promoción de estilos de vida saludables, investigación en salud, etc. Todo ello es más eficaz, en la mejora de la salud de los ciudadanos, que las políticas de intervención en crisis. Desgraciadamente, las listas de espera para ser atendido o para realizarse una intervención quirúrgica no son precisamente un ejemplo de prevención.
También es válido en políticas de empleo. Así, potenciar la investigación en desarrollo, en tecnologías, favorecer la formación, etc. es más útil que políticas puntuales de disminución del paro en determinados periodos.
También para preservar el medio ambiente es absolutamente necesaria la prevención. Por ejemplo, no gastemos mucho dinero en apagar incendios, evitemos que se produzcan.
Por supuesto, la prevención, es fundamental en las políticas educativas. Si queremos que realmente nuestra sociedad progrese, sea competitiva, saludable, responsable, solidaria, que disminuya la violencia, la drogadicción, etc. no cabe duda de que la mejor arma es la educación. Formemos a los niños y las niñas de hoy para que en el futuro sean auténticos ciudadanos responsables, solidarios, formados en valores y en estilos de vida saludables. Es decir, ciudadanos de una sociedad moral.
Y ¿qué podemos decir de lo que se refiere al buen trato y respeto a las personas mayores? Creo que estaremos de acuerdo con que la sociedad debería tomar conciencia de que estamos creando un mundo que cosifica a los mayores, los trata como si fuesen cosas. Las cosas son seres para, por ejemplo, una lavadora es una cosa para lavar. Esa es su utilidad, por tanto, si ya no lava deja de ser útil y podemos desecharla.
Por tanto, si tratamos a los seres humanos como cosas, cuando ya no sean útiles también podrán desecharse.
Pero solo las cosas son útiles o inútiles, las personas tenemos dignidad y la dignidad humana, como defendía Kant, es un valor innato que no nos ganamos ni podemos perder.
¿Qué mejor lugar para fomentar esa toma de conciencia que los centros educativos? Allí contamos con un acceso fácil a una gran cantidad de personas, personas que están en una fase del desarrollo donde los valores que conforman una sociedad ética pueden introyectarse mejor. Cierto que esto será una “inversión a largo plazo”, pero tenemos que ser conscientes de que es la única forma de conseguirlo.
Bien, si esto es así y todo el mundo lo sabe ¿qué es lo que ocurre con los políticos? ¿Por qué no suelen realizar este tipo de programas, incluso aunque lo manifiesten en sus campañas electorales? Creo que la respuesta es sencilla: casi todas las políticas preventivas ven sus resultados a largo plazo y por lo tanto los políticos que las han diseñado no “reciben sus rentas”. Por ello, optan por políticas de “parche” donde los éxitos se recojan inmediatamente para poder utilizarlos en las siguientes elecciones. A esto ayuda que la ciudadanía también quiere soluciones inmediatas a sus problemas, por lo que, este sentimiento legítimo, es utilizado, potenciándolo, por la oposición de turno.
No obstante, creo que los ciudadanos somos lo suficientemente sensatos para entender la importancia de prevenir y de saber que la prevención no está reñida con las actuaciones rápidas.
Lo más preocupante de todo es que no solo los políticos nos infravaloran, también lo hace la sociedad en su conjunto, incluso las propias personas mayores se auto-cosifican, llegando a sentirse culpables de sobrevivir tanto tiempo. Cuantas veces hemos oído decir a una persona muy mayor: “Es que ya debería morirme pues ya no sirvo para nada” En ese momento está hablando de utilidad, ya no sirvo para nada, es decir no soy útil. Todo esto es lo que puede cambiar una buena política educativa ética y basada en valores, que haga conscientes a las personas de que la edad avanzada, la enfermedad mental o la discapacidad, no supone inutilidad, ya que no somos cosas.

