LOS VIAJES DE LAS PALABRAS
Cura párroco D. Antoni López Quiles, doctor «cum laude» en Filología Catalana.
¡Qué rápido va todo! Las palabras, que sirven para designar cosas, personas, acciones, pensamientos, etc., parecen estáticas, inmóbiles en el tiempo, pero si prestamos atención, vemos que sufren cambios veloces: la forma (que estudia la morfología) y el significado (estudiado por la semántica) son variables. Cada vez que surge una necesidad o aparece un invento hay que denominarlos de algún modo, porque si no, no existen. Ejemplo: Aunque no está claro que fuera él el inventor, un buen día, el señor Marconi patentó un aparetejo llamado radio que, raudo, se extendió por todo el mundo. Para la transmisión de las noticias, había unos personajes que se ponían ante un micrófono (palabra que hubo que inventar y recurrieron al griego. Fijaos, «micro» es «pequeño, y «fonos» quiere decir «voz»; realmente fantástico.
El dólar impera, y así se entiende la elección que hicieron los usuarios para dar nombre a quienes hablaban ante el micrófono; les llamaron «speaker», más o menos bien pronunciado: el grupo -ea sonava como -i tónica: «espíquer», y dado que el palabro tenía algún vecino que sonaba de forma parecida y cuyo significado se le acercaba, pronto pasó a ser el «explíquer» (de verdad) término que en valenciano alude al que «explica».
Había que corregirlo, así que recurrieron al latín para encontrar una solución universal. Y de la anciana lengua itàlica salió «loqui» (hablar), mediante la cual se llegó a «locutor»; exacto, «el que habla», nombre que se inscribe en una fecunda familia de derivados del original latino, como por ejemplo, «locución» y «elocución» (que no son lo mismo) «elocuenciaۚ» con su hijo «elocuente», o bien «coloquio» y «coloquial», y algunas más que omito por no alargar. Al final, se impuso la solución culta extraída de la lengua madre, y las improvisaciones precedentes nos hacen sonreir. Mejor «locutor» que «speaker», porque sufrimos sobredosis de soluciones procedentes del inglés: Fútbol, parking, màrqueting, cash, shopping, córner, y un largo etcétera que da miedo elencar, y ya hay quien hable del spainglish, que es de preocupar porque esa presión que ejerce el raquítico inglés y que araña la fina piel del idioma, también la sufre el francés, con el franglais, y el italiano con el italinglish. ¡Pobres lenguas romances!

