El arte ‘d’eixir a la fresca”

Casi de forma circular con varias sillas, y según las zonas de algunos municipios, aun se practica salir a la “fresca”; una forma veraniega de sociabilizarse desde siempre que parece que se niega a desaparecer de la cultura popular

La cercanía y la humedad de la playa, las tardes largas de verano en las que ni los ventiladores ni los aires acondicionados pueden luchar contra el sofocante calor, son los ingredientes necesarios para que se dé una “fresca perfecta”. A eso se le suma unas buenas conversaciones, eso sí, también muy importante es ‘tindre un bon veinat’. Estas tardes-noches que se busca acortar el día hablando, conversando y riendo. Cada vez por desgracia un ‘deporte’ que cada vez se practica menos. La fresca era antiguamente como los grupos de ‘whatsapp’.

Eso sí, con las personas delante, compartiendo incluso algunos manjares de verano o helados de hielo de naranja o de limón, compartiendo las tardes noches de los meses de verano. ‘Salir a la fresca’ se pierde, pero en algunos municipios sobrevive este arte, esta tradición, esta manera de ‘fer poble’ y vivir su cultura. Y es que salir a la fresca ‘es tot un art’, sin móviles, ni llamadas, solo con la puesta del sol, los hombres y mujeres( sobre todo mujeres) asoman la cabeza para ver si la tía Conchín ‘ha obert la portalà’ y ha regado la calle para estar frescos.

En forma casi circular, conforme se acerca una hora en concreto van apareciendo vecinos y vecinas alrededor de una puerta con índole familiar.

– “Xé ,que calor hace hoy”
– “Ayy, sí, molta. Este matí he anat al metge i quasi m’agafa algo”.
– “Uyy ,has anat al metge? Què què et passa? Estàs malalta?”

A partir de este tipo de frases se crean las conversaciones para disfrutar de una buena fresca: El estado de ánimo, el anímico, las enfermedades, el calor, las fiestas que se aproximan, conversaciones gastronómicas o de cotilleos puros y duros de cualquier municipio.

La fresca es una forma de sociabilizarse. De olvidarse de los problemas de casa. Es hora de reir, de contar chistes y enterarse de chismes. De vivir una buena conversación, sin barra, ni mesas, ni bar.

Incluso cuando se celebran acontecimientos el anfitrión/ona saca una gran mesa con comida y bebida, en algunos casos sin querer se acaba cenando a la fresca con la amabilidad de cada uno de los vecinos. Unos traen el pan, otros els caragols y otro el melò d’alger que he comprado del mercado o los helados de hielo.

Todo un ritual que tiende a desaparecer pero que aguanta al pulso a la vida de estrés y tecnológica que se lleva en este 2023.

Salir a la fresca debería estar recetado por los médicos. Ayuda a interactuar entre personas, se saca información sana, se ríe, se come a veces y se prueban recetas culinarias.

Todo un regalo para aquellas personad y localidades que aun lo practican viviendo en un mundo lleno de rapidez e inmediatez.

Salir a la fresca ayuda incluso a veces a conciliar mejor el sueño de las noches de calor.